Un nuevo año solar

¿Cómo susurrarle sueños a la duende encargada de crearlos?

Es como hablar de agua a la niebla que empapa la retama.

Un mundo feliz.

Baños en el mar.

Sueños de cristal.

Azul.

Que la luz del sol y el susurro del viento

te hagan brillar cual estrella en el firmamento.

Alicia te deseamos muchos vuelos y muchos besos.

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Descendiendo la 1ª cuesta de la montaña rusa…

Hoy día 1 nos adentramos en el maravilloso mundo de la creación. Nuestra propia creación…

Esta aventura comienza el día en el que todxs, a nuestra manera, abrazamos a los que ya no están… ¡Qué caprichosa la vida y la muerte para confluir y divergir!

Hoy celebro que todo empieza, en un día de lágrimas, risas y alguna que otra borrachera.

Tengo muchísima ilusión y miedo al mismo tiempo pero el camino está marcado, las agujas de los relojes se han alineado anunciando el momento de la salida… Sólo queda disfrutar de la travesía y esperar que ésta sea muy muy larga.

Con vosotrxs comparto uno de los momentos más especiales de mi existencia ¡Brindo por la vida de los que estuvieron, de los que estáis y de los que estarán sea cual sea el plano al que pertenecen!

Regreso a Ítaca

«Si vas a emprender el viaje a Ítaca/ pide que tu camino sea largo…» (Kavafis)

John William Waterhouse - Ulises y las sirenas-copy_zps0wggxya1

Vuelvo a Ítaca, mi hogar, mi origen. Tres meses de periplo me devuelven ahora al punto de partida, la casa que abandoné para hacerme a la mar hace poco más de un año y al que ahora regreso con la sed que imagino sentía Ulises al rememorar su isla.

Por el camino quedan los abrazos de los amigos, las noches de dolor, las mañanas, las desgarradoras mañanas en las que lo más duro era enfrentar que el reencuentro que proponían mis sueños era solo eso, pura literatura del subconsciente.

Al final de la penumbra me espera una casa sin muebles, una casa antigua que ya me conoce pero en la que quizá yo nunca acabé de confiar. No creía posible el nido si no era a dos. Ahora que solo se extiende ante mí este desierto con un levísimo rumor de mar ya solo cabe levantar los muros con mis manos, dar forma a su adobe, pintar la vida de otros colores, nuevos; creer que existe un mañana, que la vida sigue y no solo pasa.

casa giratoria

He decidido llamarla «la casa ambulante» porque me encantaría que fuese así, raíces y vuelo a un tiempo, que los amigos encuentren la puerta abierta y que la imagen del otro lado sea siempre distinta. Hacerla entre todos. ¿Uniréis vuestras manos a las mías?

El poder del amor

En estos días donde la vida me zarandea  y atormenta descubro que el amor es la mejor de mis «posesiones». Me siento afortunada, orgullosa, feliz y por qué no, abrumada por haber sabido construir esos lazos afectivos tan auténticos y robustos.

Hoy sé, sinceramente sé que el amor que profeso y que me profesan es el mayor de mis tesoros. Nada es comparable a él. No existe otro motor que me ayude a querer un día más, a levantarme tras un golpe, a seguir cuando el camino está oscuro, a afrontar las tormentas, a compartir las cargas y las risas…

¡Creedme el poder del amor es infinito y es el alimento de nuestras almas!

Con este post os invito a que despertéis de la indiferencia de los días en los que a veces no estamos para los amigos, familiares, pareja. Os invito a que cultivéis el amor y que no dejéis pasar tiempo sin que los que queremos sepan que estamos ahí…

manos entrelazadasLa desidia mata nuestro único tesoro. ¡No lo permitáis!

Nota: sé que es un texto torpe pero desde que esta isla abrió llevo queriendo compartir algo y no lo he hecho por vergüenza… Me he descubierto a mi misma matando al amor y no, eso no ¡jamás!

 

Probando vientos

«Ningún viento sopla a favor del que no sabe a dónde va»

Lo dijo Séneca y no le faltaba razón aunque quizá la búsqueda de ese viento sea en sí misma la respuesta a la necesidad de un rumbo. Un maestro me aconsejaba estos días alzar el índice y probar vientos hasta que hallase el mío, aquel que me espera y al que pertenezco desde el principio de los tiempos. Solo así podrás volar, añadió.

Pero… ¿Cómo se prueban los vientos?

Recordé entonces aquel libro escolar. Tercero de E.G.B. «La caja de Pandora». Ilustraciones coloridas, voladoras, como todo lo que hacía José Ramón Sánchez. Pero no eran los males lo que esta misteriosa Pandora guardaba en su caja sino vientos. Conocí así los nombres de esa fuerza invisible: Céfiro, Simún, Bóreas. Cada uno un color, un viaje, una destreza. ¿Cuál de ellos me rescatará de este verano sin mar?

pandora

Alguien muy querido me dijo una noche que en el mítico territorio de las fragas de Galicia cuando alguien muere el viento sopla con fuerza para llevarse su alma.

Tierra adentro reina una calma exasperante que repite sus modos.

Me asomo al balcón de mi casa improvisada. Una brisa leve, casi imperceptible, remueve las copas de las robinias que bordean la calle. Cierro los ojos. En esa negrura atisbo un paisaje a lo lejos, una mota de luz. Abro la caja y dejo que el azar de un nuevo viento empuje esta vela. Lejos.

 

La senda del agua

Hace algún tiempo, mi amiga marinera quiso llevarme a un lugar donde el Camino de Santiago, aquel que perfila la costa verde del norte, se quiebra bruscamente a orillas del río Nalón. El sendero, que hasta entonces llaneaba por el valle, interrumpe su andadura en un embarcadero recóndito, desvencijado, idéntico al que siglos atrás sorprendiera a los peregrinos que hasta aquí llegaban.camino santiago

Lloviznaba ese día y era necesario cruzar el río para continuar la senda. Sentadas con las piernas colgando sobre el agua aún oscurecida por el sedimento del carbón, mi amiga me contó que los peregrinos contrataban los servicios de los barqueros que en este pequeño puerto se reunían para hacer negocio. Pero no eran hombres de bien los dueños de estas chalanas y, muchas veces, a mitad del recorrido, robaban la bolsa a los viajeros y los arrojaban a las aguas.

El camino implica estas apuestas a todo o nada. Jugarse la vida a cambio de cruzar un río no es un gran riesgo si la única alternativa supone quedarse varado en la orilla. Así que observamos al único pescador que fondeaba junto al destartalado amarre preguntándonos si no sería descendiente de aquella estirpe de malévolos barqueros, cuando un peregrino japonés surge de la nada y se acerca a nosotras tímidamente. Le miramos, nos mira, y una pregunta asoma a sus labios: ¿Santiago? Sonreímos. Al otro lado del río, señalamos. Tendrá que jugarse la vida si quiere seguir la senda porque aún no nació quien pudiese caminar sobre las aguas.

 

Ey, hay alguien ahí?

No quisiera estar sola en esto. Hermanos, acercaros a la hoguera. Parece que empieza a refrescar.

Desde la atalaya veo el mar. Es inmenso. Rodea toda la isla y no deja pasar nada. Está en calma, calma que precede a la tormenta? Si no hubiera tormentas nada se revolvería.

Ey, estáis ahí? Salid de vuestros escondrijos, no tengáis miedo. Aquí no cabe. Este es el momento.

Podeis sentir el ruido sordo de la marea?

Venga, vamos a saborear la embriaguez del ron y de este espacio que nos hemos inventado.

Estais? Seguro…

 

 

Bienvenidos a la isla

En algún punto del Atlántico emerge de la neblina isla Boronía. Su visión no supone una prueba de pureza. Tampoco un regalo para los navegantes que se alejan de sus ítacas implorando que el viaje de regreso sea largo. Si el atolón se nos muestra, únicamente lo hará para señalar con dedo fósil el naufragio al que hemos sucumbido.

Más allá de la última lengua de mar, la arena gruesa de la isla invita a compartir un fuego. Algún veterano lo habrá encendido ya con la yesca de dos piedras halladas entre la arboleda que rodea la bahía. No tengáis prisa entonces. Dejad que la lumbre os afloje el pecho al pronunciar la primera palabra. Si las llamas languidecen, otro tomará el relevo. El sol caerá y soñaréis al raso la noche infinita de la adolescencia pero el fuego no mermará entre la ceniza.

Contad, contad, contad. Dividid el tesoro de vuestra memoria en tantas porciones como náufragos arriben a la orilla. Somos muchos, una legión descalza que nunca conoció sequía que venciese la humedad. En cada palma, la llave de un secreto. Arrojad a la hoguera lo vivido. Y si el silencio flota sobre nuestras cabezas ocultando las cumbres de la isla, sabed que otros ulises llegarán que nos descubran, harapientos y solos, desvelados, al calor de una historia que no cesa.

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